Tatu Circus Valencia

POR QUÉ ANARQUISTA

Porque el anarquismo es la opción política que mejor nos define. Porque nuestros valores, que nos representan: horizontalidad, apoyo mutuo y solidaridad, beben de todas las luchas sociales de la historia. De las que hemos aprendido unos principios morales como: la cooperación voluntaria, el no ejercicio del poder, la lucha de clases, la libertad, la igualdad, la equidad, la acción directa, el antiracismo, el anticapitalismo, el anticlericalismo, el antifascismo, la lucha antipatriarcal, LGTBIQ+, la decolonial, el transfeminismo, el ecologismo, el internacionalismo, la lucha por la liberación de los animales, la interseccionalidad y la lucha por la diversidad funcional. Son elementos imprescindibles para la construcción de la sociedad y el mundo que queremos.

Porque no creemos en la propiedad privada, acaparada en manos de especuladores. La tierra para quien la trabaja y la casa para quien la habita.

Porque no creemos con el modelo de sociedad capitalista, enfocada en la construcción, producción y consumo desmedido. Que destruye el entorno natural, fauna y ecosistemas, contribuyendo al cambio climático, que perpetúa las clases sociales, fomenta la competitividad y el individualismo. Porque queremos un mundo donde vivir, sin clases sociales y con otras formas de relacionarnos.

Porque no creemos en el trabajo asalariado. El cual supone una relación desigual entre trabajador y patrón, que alimenta la explotación y el abuso laboral, y hace uso del robo legal de la plusvalía. Trabajamos todas, para trabajar menos. Porque es posible un reparto más justo de la riqueza.

Porque no creemos en el sistema patriarcal, que nos lleva a relaciones de abuso hacia las mujeres, invisibilización, desigualdad, así como discriminación y violencia. También hacia otras formas de orientación sexual, relaciones sexo-afectivas, o familias homoparentales o monoparentales fuera de la heteronormatividad. Porque queremos una sociedad transfeminista y la igualdad en todos los ámbitos, donde la diversidad sexual y de género sean respetadas y libres de ser.

Porque no creemos en la globalización ni en el mercado global, ni en la bondad de los bancos ni empresarios que precarizan a las personas, encarecen la vida y fomentan el turismo, destruyen la naturaleza y la diversidad cultural, y hacen del mundo una cárcel con el negocio de las fronteras. Porque queremos cuidar nuestro entorno, cultura, lengua y barrio, y no queremos turismo masivo, ni queremos gentrificación, queremos barrios para los que viven en ellos. Porque queremos el cierre de todos los CIES, y apostamos por la regularización de las personas migradas.

¡Fuego a las fronteras! Por el internacionalismo y la solidaridad entre pueblos!

Porque no creemos en la iglesia, ni religión, ni dogma. Porque no creemos en ningún estado, ni en ninguna estructura vertical o autoritaria. Porque no acatamos ni toleramos las fuerzas de represión del estado, ni de policías, cómplices o prisiones.

POR QUÉ ANTICARCELARIO

Todo cuerpo social de más de una persona tiene normas de comportamiento y colaboración, de una forma u otra se busca que se cumplan. Como tal, la sociedad en la que vivimos tiene sus normas, por supuesto, lo que ocurre es que todas estas normas están intervenidas y diseñadas para mantener un tipo de orden específico, el de la gente que gobierna y la gobernada.

Esto se expresa en que la mayoría de las leyes están diseñadas para proteger a la clase política, a la aristocracia, a la policía, al racismo, en el machismo y en la propiedad privada. Y, por tanto, la mayor parte de la gente que se encuentra en prisión está por algo que tiene que ver con un atentado contra todo lo anterior, directa o indirectamente. Si eres pobre, racializado o haces trapicheos con drogas, tienes un buen plus de probabilidades de entrar en prisión o como mínimo en el calabozo de una comisaría. Vivimos en una sociedad en la que la mayor parte de la riqueza está en poquísimas manos y la mayor parte de la gente se ve obligada a vender su tiempo y su fuerza en empleos cada vez más precarios, y si no tienes la suerte de tener un trabajo, mejor que reces porque si se te ocurre buscarte la vida por otro medio que no sea el oficial, te convertirás en un objetivo a perseguir y castigar. La cárcel es el castigo más sencillo que tiene el poder para unas normas que no hemos pensado ni impuesto nosotros.

La Constitución española dice que la cárcel estará dirigida siempre a la reinserción social de los presos. Pero que no te engañan, esta reinserción no significa que la gente que salga de la cárcel tendrá las mismas oportunidades que el resto de vivir su vida, sino que está dirigida a la reinserción de seguir siendo pobre y vivir en la miseria después de salir. Alrededor del 20-25% de la gente que sale de prisión vuelve a delinquir, porcentaje que sólo comienza a descender cuando se reducen las condenas y mejoran las condiciones de reclusión. Esto puede llevar a pensar que si se tomaran medidas más radicales como eliminar las cárceles, los beneficios sociales serían mucho más interesantes.

La posición de la seguridad y el funcionariado dentro de estas instituciones da un control casi absoluto sobre los cuerpos de la gente presa, en la que la vigilancia hacia el poder brilla por su ausencia y los excesos se vuelven comúnmente en norma. La arbitrariedad de la administración de la prisión permite restringir o limitar las llamadas, permisos, visitas y cartas; también se une el limitado acceso a una asistencia médica en condiciones; los malos tratos por parte de la seguridad son muchas veces ocultadas por el resto de la administración; la escasez o ausencia de actividades para romper la rutina devuelve aún más monótona la estancia. Esto, unido a la arquitectura de la cárcel, hace de la estancia en prisión una tortura constante que rompe o suicida a las personas.

A pesar de que cerca del 92% de la gente presa son contabilizados como hombres, las mujeres son precisamente un colectivo minoritario dentro de la cárcel, lo cual se traduce en una deficiencia especial a muchos niveles, tanto de condiciones de reclusión, de higiene, médicos… así como en una menor red de apoyo exterior. Luego ya si hablamos de gente trans o no-binaria, se traduce en una incertidumbre y por supuesto no en mejores tratos.

Los CIEs (Centro de Internamiento de Extranjeros) añaden un nuevo nivel de control a la gente presa, con menos garantías jurídicas incluso, porque su razón de ser es encerrar a personas migrantes sin regulación en el país. Donde la pobreza y la raza de la que te vean es el principal delito, y las vulneraciones a los derechos humanos en estas instituciones se multiplican.

El sentido de la propia prisión sólo puede ser entendido por el sadismo, el gusto del poder por provocar y ver sufrimiento ajeno, el de la gente dominada. Es lo que ocurre cuando existen los roles de dominar y ser dominado, y mucho más cuando no existen mecanismos efectivos que controlen al poder, y lo que ocurre es que éste actúa hasta donde se le deja actuar, avasallando con violencia a las personas.

Como anarquistas, entendemos que la cárcel funciona como una estructura más de la dominación para mantener una sociedad clasista, racista, machista y autoritaria. Y como herramienta de reinserción es sin duda ineficiente, teniendo en cuenta que la gran mayoría de la gente que está en prisión está por robos, drogas y otros delitos menores, si se resolvieran las demás violencias estructurales que se sufren, no habría necesidad de encerrar a todas estas personas. Por otro lado, si existiera un control popular, asambleario y horizontal de nuestras normas y seguridad, para resolver los conflictos que pudieran existir dentro de nuestras comunidades, seguramente la policía no tendría sentido de ser, así como tampoco la institución penitenciaria. De modo que podríamos ahorrarnos un sufrimiento innecesario para las personas.

(Traducido por Tokata)

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